El maravilloso
hallazgo verbal que encabeza esta entrada corresponde a Manuel Jabois, una de
las estrellas en alza del periodismo español, y al que me permito recomendar
que abandone cuanto antes la viscosa sombra de Umbral para volar con sus
propias alas. Pero a lo que vamos: el federalismo, ese Mejoral infantil con el que
el Partido Socialista pretende combatir la brutal fiebre secesionista, no es
más que un reflejo de la deriva que experimenta la socialdemocracia (a la que
también podría aplicarse eso de es no
tener que decir nunca lo siento). Incapaz de hacer oír su voz entre el
berroqueño inmovilismo de la derecha y el desleal victimismo de los
separatistas, al partido al que voté durante años (rompimos por motivos que no
vienen al caso: en el acuerdo de divorcio ellos se quedaron con el aparato y a
mí me toco la ideología) no se le ocurre otra cosa que recurrir al relato
mágico del federalismo, convencido de que el talante es más importante que el
talento a la hora de encarar los problemas políticos. A ver si lo explico sin
parecer pedante: España es un estado federal de facto desde 1978, a pesar de que nuestros constituyentes
prefirieran la denominación de Estado de las Autonomías (por seguir con el
juego de Jabois, España es el Estado que no
se atreve a decir su nombre). Cataluña y el País Vasco poseen competencias
por las que suspiran regiones que, signo de los tiempos, de repente se han
vuelto levantiscas y enfurruñadas (Escocia, Gales, Córcega, la imaginaria
Padania: con decir que hasta la siempre caciquil Galicia se nos vuelve
revolucionaria y pancéltica). Así que, señor Sánchez, a otro perro con ese
hueso. Ármese de valor y, por una vez y sin que sirva de precedente, reconozca
que en este asunto la razón, la Historia y hasta la realpolitik están con el gobierno central (por muy torpe que éste
sea en los asuntos territoriales) y no con esa panda de adolescentes
caprichosos que son los nacionalistas periféricos, dispuestos a lo que sea con
tal de salir de los que algunos de ellos entienden una cárcel para meterse en
una jaula. Abandone esa retórica de autoayuda que abunda en sus discursos y
diga alto y claro lo que muchos pensamos: siempre se podrá mejorar en
cuestiones puntuales, claro está, pero el nivel de autogobierno de nuestras
autonomías ya ha llegado a su límite (y, no estará de más recordarlo, con un
éxito sin precedentes en nuestra historia). Si es capaz de decirlo con
convencimiento, no le oculto que perderá el apoyo de todos aquellos que lo
único que le exigen es que atice inmisericordemente al Partido Popular, pero a
cambio habrá recuperado mi voto. Usted mismo.
Manuel Jabois |