¡Qué
incómodos son algunos mitos, qué indigestos! En “La Térmica”, aquí en Málaga
(avenida de los Guindos, 48), dedican una exposición a las fotografías que
Bruno Vagnini realizó a John Lennon y Yoko Ono en la Suite 1742 del Hotel Queen
Elizabeth de Montreal, con ocasión de aquel happening
con el que la pareja más crucificada del mundo en aquellos momentos (escúchese “The
ballad of John & Yoko”) protestaba a su manera contra la guerra de Vietnam.
Es el día 31 de mayo de 1969, y quedan un año y siete meses exactos para que se
disuelva la banda de rock and roll más famosa de todos los tiempos.
Durante
toda una semana, el aún Beatle y la aún artista conceptual se meten en la cama
y no salen de ella (un Bed-In, lo
bautizaron). Si tenemos en cuenta que se habían casado en Gibraltar apenas
pocos días antes, cabe deducir que dedicaron su luna de miel, en lugar de jugar
a médicos y enfermeras, a hablar con los periodistas, soltar soflamas políticas
y cantar la horrorosa “Give peace a chance”. Para más inri, los pijamitas que
luce John son lo menos avant-garde
que imaginarse pueda, y recuerdan mucho a los que llevaba Jose Sazatornil en “La
escopeta nacional”, para escarnio de su amante, una Mónica Randall con ganas de
guerra, y no precisamente la de Vietnam. Del estilismo de Yoko, mejor ni
hablamos.
Es
al ver estos retratos, en las antípodas de los cánones al uso (Vagnini era un
estudiante italiano de Fotografía en la Academia de Bellas Artes de Montreal, y
su acceso a la mítica Suite 1742 fue fruto de un enrevesado cúmulo de casualidades),
cuando nos acecha (o por lo menos a mí me acecha) una duda: ¿de verdad éramos
tan ingenuos? Quita ingenuos y pon mitómanos: ¿de verdad éramos tan mitómanos? Quita
mitómanos y pon tontos de culo: ¿de verdad éramos tan tontos del culo? Es
difícil explicar cómo pudimos tragarnos sin rechistar una melonada de tal
calibre y convertirla en un acto de profunda significación pacifista. La propia
Yoko (que de tonta no tenía un pelo) se apresuró a calificar el Bed-In como “una performance que
cuestiona las definiciones de identidad, privacidad y espacio”. Toma geroma
pastillas de goma. No, definitivamente no: hoy en día, con lo cínicos que nos
hemos vuelto, nadie se atrevería a hacer una cosa de estas, por miedo a ser
escarnecidos hasta límites inverosímiles. Echarse un cubito de agua por encima
para luchar por no sé qué enfermedad: bueno, bien, pero de ahí es mejor no
pasar, las marcas comerciales que te esponsorizan pueden retirarte su
patrocinio, aterradas por perder cuota de mercado.
Sí,
ya, todo lo que quieras: pero ante estos recuerdos de una época que no viví me brota una sonrisa de añoranza, de vaga melancolía por aquello que pudo ser y no
fue. Es una melonada, de acuerdo, pero también uno de los últimos estertores de
aquella década milagrosa en la que todo o casi todo podía pasar. Luego no pasó
nada, hasta ahí podríamos llegar, y la guerra de Vietnam se cobraría una
obscena cantidad de víctimas en uno y sobre todo en otro bando, y total para
qué. Y vendrían más guerras, y ya nadie se metió en la cama para protestar, y
ahora mismo (mientras escribo estas líneas) seguro que se están zurrando en
montones de sitios por todo el planeta (lo de Ucrania parece inminente), pero
no se me ocurre otra cosa que pedir a un hipster que pasaba por allí que me
haga una foto contra ese fondo, mentiría si no dijera que me hizo ilusión.
Postdata:
llego a casa dándole vueltas al asunto (qué obsesivo soy a veces), no saco nada en claro. Para precipitar las cosas me pongo a
toda castaña el “Made in Japan” (¿qué tendrá que ver lo uno con lo otro?), una
idea atraviesa mi cabeza, y me digo ¿por qué no? ¿Sí? ¿En serio? ¿Lo vas a hacer? Pues
claro que sí, menudo es el nene, me vengo arriba, saco la guitarra, me peino
con raya en medio, consigo unas gafitas redondas y me monto un Bed-In
sin finalidad precisa, más que nada por enredar. Cuando ya llevo un rato y nadie me hace caso (mi Yoko Ono particular se niega a llamar a los periodistas) amenazo con
no salir de aquí hasta que el Atlético no se vengue por la afrenta de Lisboa.
Temblad, madridistas: pienso llegar hasta el final.