viernes, 14 de agosto de 2015

Hotel Continental, Tánger

          
El recepcionista finge no haberme entendido, por lo que me veo obligado a repetírselo: Quiero una habitación sin aire acondicionado, y el WIFI te lo metes por el culo. Ah, las servidumbres del fetichismo literario: me encantan los hoteles decadentes, aquellos que conservan en el aire las vivencias de los antiguos viajeros, tan distintos a los atribulados turistas de hoy en día. En el Hotel Continental de Tánger las comodidades brillan por su ausencia: no hay minibar con Toblerone, no hay spa, no hay gym, no hay brunch… De hecho, no hay casi nada, excepto inmensos pasillos cubiertos por polvorientas alfombras que desembocan en estancias de dudosa funcionalidad, pero de fascinante decoración. Hay que tener una sensibilidad de lija para no dejarse empapar por el encanto de lo obsoleto que destila su comedor, en el que se rodaron algunas de las escenas más señaladas de “El cielo protector”. Sí, ya salió la palabra: soy un mitómano, qué pasa, hay vicios peores.
He vuelto a Tánger porque es una ciudad fea, ajena al ominoso barniz del diseño que está convirtiendo el mundo en un parque temático de Disney (o de Apple, o de Ikea). He vuelto a Tánger porque aún se puede pasear por callejones en los que tipos turbulentos traman planes peligrosos (en realidad están hablando de fútbol, o de comprarse un coche, pero prefiero imaginármelos patibularios y misteriosos, qué le vamos a hacer). He vuelto a Tánger porque me gustan los edificios leprosos que vivieron tiempos mejores, con la ropa colgada a secar encima de un minarete o de una legación diplomática abandonada. He vuelto a Tánger porque es casi imposible encontrar alcohol, por lo que cuando consigues una cerveza (¡aleluya!) te sabe como la mejor del mundo. Al regresar al hotel me arrepiento de no tener aire acondicionado (hace un calor de morirse), por lo que paso la noche asomado a la ventana, contemplando el puerto. Al amanecer refresca un poco y me echo en la cama, no tardo ni un minuto en dormirme y soñar que tengo que volver a Tánger algún día.


1 comentario: