martes, 8 de marzo de 2016

Otra realidad


Por fin llegas, y respiras hondo: sí. Buscas el sitio más propicio, donde los reflejos no te molesten, te acomodas, te relajas y abres los ojos de par en par, dejas que los colores te impregnen, que las formas te arrollen, te sacias de belleza ante el cuadro, vibras delicadamente, mecido por las vaharadas de armonía que supo condensar alguien que murió hace muchos años, pero que ahora te habla, te cuenta, traspasa el tiempo para aplacar tu ignorancia, para suturar tus heridas. Los visitantes pasan a tu lado, no te estorban, es como si el cuadro y tú estuvieseis solos, un tango de dolor y vida, cada una de tus células se impregna, se sacia, una cópula ferviente y secreta que detiene el tiempo, lo niega. Qué lejos queda el embrutecedor trabajo, las incomprensiones diarias, las mentiras y los cansancios. Pero justo cuando estás a punto de entender, de disolverte en la magia, notas una mancha oscura por el rabillo del ojo (¿alguien dijo neurosis?) una presencia que llevaba desde el principio y a la que has sabido eludir, pero que poco a poco se impone: un uniforme oscuro y fatigado, un cuerpo con el que no contabas, una incongruencia en aquel paraíso de musas. Es el vigilante de la sala, esa imposición burocrática, esa mancha. Te esfuerzas por ignorarlo, por reanudar su romance con el fabuloso lienzo, por empaparte de nuevo de su claridad y sabiduría, pero una fina capa de recelo se ha instalado entre vosotros, tu irritación aumenta, desvías ligeramente la mirada y compruebas (¡qué blasfemia!) que el vigilante está haciendo un crucigrama. Las formas se desdibujan, todo se emborrona (¡un crucigrama!), tus sentidos se alborotan, una sorda indignación trepa por tu columna vertebral, empiezas a preguntarte qué sentido tiene estar allí, qué sentido tiene todo. Tu respiración se agita, tu vista se nubla, jurarías escuchar el más mínimo deslizamiento de su bolígrafo sobre el papel. Al final no lo puedes evitar y avanzas resueltamente, le arrebatas con furia el periódico mientras gritas capital de Malí, seis letras, Bamako.



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