lunes, 7 de marzo de 2016

Power to the people

Encendió el ordenador bostezando. Qué noche más perra, el último cubata había sobrado claramente. Puso la cafetera y la tostadora en marcha, y mientras se calentaban tecleó hasta llegar a su correo electrónico, donde le esperaban los referéndums. Hoy la cosa venía tranquila, apenas había doce, y aún le quedaba media hora para votar, tranqui, tío, se impuso. Mientras desayunaba recordó aquellos tiempos en que se acercaba a una urna cada dos o tres años, y no pudo evitar una sensación agridulce: es verdad que no era una democracia real, pues apenas contaban con la ciudadanía, pero qué tranquilo se vivía, qué relajado. Desde hacía unos años, sin embargo, las oleadas de cambio que habían transformado la sociedad habían convertido a Enrique en un legislador más: cada mañana (con la excepción de Año Nuevo y de la fiesta nacional del Empoderamiento de la Gente) su correo electrónico amanecía repleto con un montón de documentos jurídicos, políticos y técnicos sobre el emplazamiento de las rotondas circulatorias, el porcentaje de sodio en los insecticidas agrícolas, el nombre de los aeropuertos o las subvenciones a las películas hechas por celíacos. Al principio se leía la documentación adjunta de cabo a rabo (a compromiso no le ganaba nadie), pero poco a poco empezó a cansarse, y desde hacía meses no era raro que su voto se decidiera casi al azar, como aquellas quinielas infantiles que rellenaba con su padre. Un atisbo de resaca se manifestó de repente, por lo que esta vez no se esforzó demasiado: puso que sí a los nueve primeros referéndums, no a los dos siguientes, abstención al último. Enviar. Y a otra cosa, mariposa. Trasteó por los cajones hasta encontrar un ibuprofeno, se lo tomó con el último trago de café, y se dispuso a salir al trabajo. Miró en su agenda la tienda que tenía que visitar para intentar venderles sus productos: calle Mario Vaquerizo esquina avenida Belén Esteban. Hum, musitó cerrando la puerta, quizás esto de la democracia directa no sea tan bueno como nos quieren hacer creer.


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