Déjame ahora
que levante mi copa por ti, Evangelina, que adoptaste el nombre de “Cecilia”
para el siglo y las discográficas, y permíteme que te confiese que te escuchaba
en el reproductor de nuestro Chrysler 180 verde cuando íbamos de vacaciones, en
los casettes que ponía mi madre (“Grandes éxitos 74”, “Lo mejor de RCA”)
siempre había una canción tuya, yo gruñía porque quería poner a los Rolling
pero secretamente tenía que admitir mi extraña fascinación por los violines
rampantes que introducen “Dama, dama”, o por el uppercut embadurnado de
mermelada que es “Me quedaré soltera”, o por la melancólica alegría que desprende
“Mi querida España”, yo miraba por la ventanilla y a todos lados se extendía el
campo, las casas, eso que los mapas llaman España, las gentes, no sé, me
confundía y me exaltaba todo, ¿quieres que escuchemos ahora a los melenudos
esos?, decía mi madre, no hace falta, pon otra vez a la chica del pelo lacio,
yo fingía ceder, Evangelina, qué puntazo.
Déjame ahora
que levante mi copa por ti, Evangelina, qué triste tiene que ser morir con
apenas veintisiete años en un sitio premonitoriamente llamado Colinas de
Trasmonte, bien visto es un nombre precioso, y embistiendo un carro de bueyes,
cuántas cosas te perdiste, algunas te hubieran gustado, otras no tanto, no sé
si te han contado que ahora todas las cantantes actúan en sujetador y bragas,
no soy experto en el tema pero me parece que ese feminismo no tiene nada que
ver con el tuyo, ese que se escondía en versos de mazapán que tanto se le
atragantaron a aquellos cazurros, tú ya sabes a quiénes me refiero, había que
tenerlos bien puestos para decir que no eras nadie de nadie, Evangelina, muy
bien puestos.
Déjame ahora
que levante mi copa por ti, Evangelina, desde que te fuiste hemos tenido otros
coches (el pobre Chrysler 180 verde acabó en un desguace), y hemos escuchado
muchas músicas, y por lo que a mí respecta he pasado por buenos y malos
momentos, conocí el dolor de la pérdida, me han roto el corazón y he roto
corazones, he visto cómo la vida se escurría entre las manos, también ganamos
un Mundial, pero siempre que lo he necesitado me ha venido a salvar ese consejo
que nos dejaste, Evangelina, en la que es de las tuyas mi canción favorita: el
caso es andar. Sí, joder, eso es, he dicho antes de levantarme y sacudirme el
polvo para a continuación seguir adelante, siempre adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario