Primera consideración (a bote pronto):
Houellebecq no tiene razón. Segunda consideración (un poco más reflexiva):
Houellebecq no debería tener razón. Tercera (y aterrada) consideración:
Houellebecq tiene toda la razón del mundo. Es en los resquicios de estas tres
proposiciones donde habita mi inmoderada admiración por el novelista francés,
uno de los pocos escritores contemporáneos que leo con el alma encogida. Sus
propuestas (monotemáticas, machaconas, escalofriantes) reflejan a la perfección
el drama de las sociedades contemporáneas, la pérdida de valores y el
ensimismamiento en el que chapoteamos con nuestros amigos y conocidos. Sus
textos miserabilistas nos llevan al límite: lucha de clases entre bostezos,
sexo patológico, nihilismo de garrafón. Solo un soterradísimo sentido del humor
(muy a lo Céline) le salva de caer en el sermón (error en el que incurrió otro
grande de la novela actual que nos abandonó demasiado pronto, el justamente
celebrado Rafael Chirbes). “Sumisión” es una distopía (no creo que estéis ni la
mitad de hartos que yo de la dichosa palabrita) que fabula sobre el acceso al
poder en Francia, y por vías perfectamente democráticas, de un partido
musulmán. Utilizando la figura del escritor del siglo XIX Huysman como
McGuffin, Houellebecq aprovecha para saldar cuentas con el espectro político de
nuestros vecinos (memorable su retrato de Bayrou, una especie de Javier Arenas
galo, tan omnipresente como prescindible), con los medios de comunicación, con
todo el estamento universitario, con las mujeres, con los progres… Solo escapa
a su inquina la gastronomía franchute, en especial sus quesos y vinos, el único
motivo de placer del protagonista. “Sumisión” no es, ni de lejos, lo mejor de
Houellebecq (su fundacional “Ampliación del campo de batalla”, así como “El
mapa y el territorio”, están, en mi opinión, mucho más logradas), pero plantea
un ejercicio de política ficción que entronca con “El choque de
civilizaciones”, el polémico libelo de Samuel Huntington, y cuyo muy resumido
trasfondo es hasta cuándo aguantaran las democracias occidentales los embates
de aquellas fuerzas antidemocráticas (muchas de ellas nacidas, crecidas y
subvencionadas en su interior) que luchan por destruirlas. De momento, la
inquietante posibilidad de que la Sorbona (¡la Sorbona!) acabe convertida en
una medersa (universidad islámica) deja a la altura del betún las propuestas
supuestamente perturbadoras de “Black Mirror”.
No mucho más que añadir sobre Houellebecq, si no es para apuntar cierta tendencia al cinismo que se escucha crecer en cada nuevo libro y que el autor debería ser capaz de controlar antes de que se le desboque.
ResponderEliminarSobre este lugar, para mí ya de lectura obligada, decir que llevo cierto tiempo visitándolo, y no deja de sorprenderme la escasez y baja calidad de comentarios (Espero que sus lectores sepan perdonarme peró aún recuerdo aquel de "Tanger mola"). Empiezo a pensar en postularme como comentarista oficial del Blog y abandonar mi respetuoso silencio, pero lo cierto es que la única explicación que le encuentro al vacío de comentarios (críticos o entusiastas) a sus diatribas es el que éstas sean demasiado largas para unos tiempos de inmediatez cibernética en los que la imágen está logrando vencer a la palabra. Y si de palabras hablamos, como admiradora de su prosa, voy a osar a hacer con usted una apuesta: ¿Conseguirá nuestro querido protagonista abstenerse de conjugar verbos como, imbricar, alambicar, o bridar, en al menos sus próximas cinco entradas?. Ya, ya sé que dichos verbos son pilares fundamentales de su poética, pero si lo consigue, prometo fidelidad eterna a su bitácora. Y no se lo iba a poner a usted tan fácil!!
Ah, y conste que para mí habría sido mucho más sencillo comentar la entrada sobre la desaparición del drugstore de Vips, ese lugar en el que nos sentíamos tan seguros y que tan huérfanos nos ha dejado. O depositar mis primeras palabras(cuánto lirismo habría encontrado usted en ellas!) como apunte a las suyas sobre La Libertad y Leonard Cohen. Incluso hacer un comentario ingeniosísimo sobre la leonina testa de Andy Gibb y su más que amortizado noviazgo con Pamela Principal, la actriz que ejercía de sumisa esposa de ese desmesurado ídolo generacional llamado (qué paradoja!) escuetísimamente J.R. Sin embargo, ya ve ud, escogí al denso Houellebecq como depositario de mi primera reflexión en su blog, porque para ser justos a mí tampoco me gusta ponérmelo sencillo.
ResponderEliminarAmiga Diletante: poco acostumbrado como estoy a recibir comentarios (y menos aún si estos son inteligentes y bien escritos), agradezco enormemente su interés por mi blog, en el que doy salida a toda la mercancía que va caducando en los sótanos de mi cabeza. Escribir un blog es, me da la impresión, como enviar una sonda a planetas remotos con la esperanza de encontrar vida. Las posibilidades de acertar son mínimas, por mucho entusiasmo que finjan los técnicos de la NASA al dar la cuenta atrás. Pero cuando (¡milagro!) un lector o lectora dedica unos minutos de su tiempo a contestarte, desempolvas tu arsenal de serpentinas y confeti y lo lanzas con regocijo al aire, a quién le importa que luego haya que sacar la escoba y barrer todo aquel estropicio. Prometo embridar, euh, quiero decir limitar mi tendencia a usar palabras en desuso (mis periódicas visitas a Pedantes Anónimos no han servido de nada). Nada más, Diletante. Espero que este tu blog te brinde algunos momentos de reflexión, o de placer, o si no directamente de recochineo, que no vienen mal en los tiempos que corren.
ResponderEliminarVaya, al parecer ya me he creado otra obligació! Cuándo aprenderé a mantener la boquita cerrada!
EliminarMi admirado escribiente, es un verdadero honor el que mis comentarios le parezcan inteligentes y bien escritos a una pluma(glup!)tan versada como la suya. Eso sí, ni por asomo piense usted que esa ilusión pueda volver a repetirse. Para ello tendría que repetirse cierto tipo de traviesa conjunción astral, y exigirme yo misma un esfuerzo que no sé si estoy dispuesta tan siquiera a plantearme. Lo cierto es que a mi avanzada edad cada vez me interesa menos parecer inteligente. En fin, que comentar comentaré, pero no espere usted demasiado de mis comentarios. ¿Le parecerá a usted demasiada desidia por mi parte, si por ahora tan sólo me planteo superar la arriesgada voz de "Tanger mola" e incluso los cantos de sirena del ciberusurero de cabecera de este blog?