Entre
los muchos descubrimientos que debemos a la llamada Década Prodigiosa (y espero
no tener que especificar de qué década estamos hablando), uno de los más
relevantes fue la identificación de la India como la quintaesencia de la
espiritualidad. Cualquiera que haya pasado un tiempo en aquel país excesivo
podrá argumentar que la realidad es mucho más compleja y resbaladiza, pero
cuando Allen Ginsberg, faro de la Generación Beat, parte en 1961 hacia la
patria de Gandhi y de Tagore lo hace urgido por la necesidad de encontrar
respuestas que no podía proporcionarle la pimpante Norteamérica que extendía
por el mundo, y sin oposición aparente, ese modelo de sociedad en el que ahora
sobrenadamos (casi) todos. Deborah Baker nos cuenta con oficio las andanzas del
muy pirado autor de “Aullido”, acompañado por su pareja Peter Orlovsky, en las
que se mezclan intuiciones muy de la época (ese anhelo de trascendencia que a
continuación caricaturizarían los hippies) con desafueros también muy de la
época (ah, esos años en los que los intelectuales enviaban candorosas cartas a
los mandatarios mundiales exigiéndoles la paz y el desarme…). Sin embargo, el
insospechado hallazgo del libro es una presencia lateral y escurridiza: la musa
beat Hope Savage (¡sí, se llamaba así!: Esperanza Salvaje), cuyo viaje errático
y alucinado por Oriente encapsula a la perfección el evangelio nómada y
desarraigado de un movimiento (nunca mejor dicho) literario al que el tiempo
está poniendo en su verdadero sitio. Eso sí, avisamos que este no es el libro
adecuado para el que espere conocer la India a través de las gruesas gafas de
pasta de un personaje como Ginsberg: el barbudo poeta solo tenía ojos para sus
obsesiones, que eran muchas, y no es buena idea interponerse entre un beatnik y
sus neurosis.
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