domingo, 18 de febrero de 2018

"Teenage kicks", de The Undertones





      ¿Puede ser "perfecta" una canción punk? ¿No es una flagrante contradictio in terminis? Desempolvo mis apuntes, busco, aquí está: habíamos quedado en que aquel movimiento musical se cimentaba en la energía y la espontaneidad, despreciando con altivez todo lo que sonara profesional, todo lo que sonara acabado. Sin embargo, la canción compuesta por John O’Neill para su banda The Undertones, editada hace cuarenta años, es un prodigio de estructura minimalista y emoción desbordante, una diminuta obra maestra que adoptó el mítico locutor John Peel como sintonía de cabecera de sus programas (al final de su vida la escogió como epitafio). La voz acuosa de Feargal Sharkey, respaldada por la trituradora sónica proporcionada por el resto del grupo, convierten el tema en un indiscutible candidato a la Mejor Canción de Punk de la Historia (bueeeno, de punk-rock, para ser exactos). Incluso la candidez (otros dirían ingenuidad) de la letra acompaña: a pesar de vivir en Derry durante la época más negra del conflicto norirlandés, Sharkey pasa olímpicamente de rollos políticos para hacer un canto a la exaltación que le provoca la llegada de una chica nueva al barrio. Aunque ya hace mucho que abandoné los prados llenos de clorofila de la adolescencia, cada vez que escucho “Teenage kicks” me precipito a mis armarios mascullando: dónde coño habré guardado mi chupa de cuero, con lo bien que lucía con ella.    



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