¿Puede
ser "perfecta" una canción punk? ¿No es una flagrante contradictio in terminis? Desempolvo mis apuntes, busco, aquí está:
habíamos quedado en que aquel movimiento musical se cimentaba en la energía y
la espontaneidad, despreciando con altivez todo lo que sonara profesional, todo
lo que sonara acabado. Sin embargo, la canción compuesta por John O’Neill para
su banda The Undertones, editada hace cuarenta años, es un prodigio de
estructura minimalista y emoción desbordante, una diminuta obra maestra que
adoptó el mítico locutor John Peel como sintonía de cabecera de sus programas
(al final de su vida la escogió como epitafio). La voz acuosa de Feargal
Sharkey, respaldada por la trituradora sónica proporcionada por el resto del
grupo, convierten el tema en un indiscutible candidato a la Mejor Canción de
Punk de la Historia (bueeeno, de punk-rock, para ser exactos). Incluso la
candidez (otros dirían ingenuidad) de la letra acompaña: a pesar de vivir en
Derry durante la época más negra del conflicto norirlandés, Sharkey pasa
olímpicamente de rollos políticos para hacer un canto a la exaltación que le
provoca la llegada de una chica nueva al barrio. Aunque ya hace mucho que
abandoné los prados llenos de clorofila de la adolescencia, cada vez que
escucho “Teenage kicks” me precipito a mis armarios mascullando: dónde coño
habré guardado mi chupa de cuero, con lo bien que lucía con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario