¡Cómo pasa el
tiempo! ¡Cuarenta años ya! El próximo veinte de noviembre se cumplirán cuatro
décadas desde que aquel señor bajito abandonó el establecimiento para no volver
jamás, por utilizar un símil muy apreciado por los camareros. No es éste el
lugar para analizar aquel régimen ominoso y estúpido, pero sí para hablar de
alguna de sus consecuencias, por muy colaterales que estas sean. Y una de las
más perniciosas es el desdén que sufren hoy en día muchas manifestaciones
artísticas y culturales que eclosionaron en aquellos años plomizos, lo que les
ha acarreado la etiqueta de ser políticamente sospechosas, cuando no
directamente cómplices.
Centrémonos
en lo que me interesa: por decirlo pronto, España nunca fue una potencia
musical de primer orden, y menos aún en las condiciones de aislamiento y
hostilidad que imponía la dictadura (impagable el locutor del No-Do que, al
comentar la visita de los Beatles a Madrid y Barcelona, se refiere a los Fab
Four como “los melenudos”). Pero en el periodo que va de 1960 a 1975, y a pesar
del casticismo reinante y la decidida incomprensión de las autoridades, en
nuestro país se crearon músicas y canciones que no convendría menospreciar al
calificarlas simplemente como “Banda sonora de Cuéntame”. No quiero ponerme
prolijo, pero es ese periodo de tiempo publicaron lo mejor de su discografía el
Dúo Dinámico (ya sé que ahora nos parecen un chiste, pero fueron los primeros
en hacer twist en España), los Brincos, los Canarios, Pau Riba (cantando en
catalán, que conste), Joan Manuel Serrat, los Pekenikes, Cecilia, los Módulos,
Nino Bravo, Sisa, Smash, Miguel Ríos y un largo etcétera. Es cierto que sus
logros no son ni remotamente comparables con lo que consiguieron algunos de sus
colegas británicos y norteamericanos, pero sería injusto despreciarlos con ese
ademán displicente que dedicamos a todo aquello que no nos parece lo
suficientemente moderno.
Mientras
esperamos que alguna compañía independiente recupere el catálogo de estos
artistas y lo reedite con rigor y dedicación (hay algunas iniciativas parciales
que permiten albergar cierta esperanza, como la recopilación “El soul es una
droga”, sobre los sonidos negroides producidos aquí en la década de los sesenta
y setenta), Televisión Española ha salido de su habitual letargo haciendo gala
de su mejor arma (su fantástico archivo), y ha emitido los nueve capítulos de
una programa de desafortunado título pero de fascinante contenido: “Música
ligerísima”, un recorrido por las músicas y los artistas de una época que va
desde l968 hasta 1978, diez años cruciales en los que pasamos del blanco y
negro al color más chirriante. Concebido con criterio, el programa pretende
homenajear al pop y al rock españoles y a todos los que lo hicieron posible,
para gozo de sus cada vez más escasos degustadores. Se pueden ver directamente en
su página web, y yo me trago todas las noches uno antes de dormir. Quizás por
eso mis sueños han adquirido últimamente la vertiginosa textura de un video
clip de Valerio Lazarov: qué flipe, colega.
"Música ligerísima, episodio 1"
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